Letra: Jaime Dávalos - Música: Eduardo Falú
[Ver la letra]
Un binomio creativo
"...Nació una zamba, una tarde, de esas que se yapan con el alba, en lo de Poncho Marrupe; en la vieja casa de la finca La Candelaria, delicioso paraje del Valle de Lerma, sobre las regueras del Río de Arias, allá... entre algarrobos y talares, tuscas y sauces playeros; donde en la umbría del monte se oye el moroso canto del zorzal en contrapunto con el isócrono lamento del crespín."
"Ahí, protegidos por la hospitalidad frondosa del Poncho Marrupe, nos reuníamos 'los locos', título nobiliario con que la gente convencional distinguía tradicionalmente a los Dávalos y con que excomulgó a todo ser que hubiera resuelto vivir auténticamente: desatando el indio que todos llevamos puesto; haciéndose 'la rabona' de los moldes rígidos que proponen los descubridores del agujero del mate; gozando la dolce vita, el happening, que al fin de cuentas no son más que nombres nuevos de viejas actitudes mágicas del hombre para espantar la mala suerte y promover la felicidad representándola. Hoy como ayer la juventud es loca... ¡Dios nos libre de que sea de otra manera! "
"Nuestro Poncho auspiciaba guitarreadas amistosas, sostenidas hasta el último canto del gallo y más allá, si la sed de los 'quemadores' no amainaba. Salta sobrevivía los últimos esplendores de la moneda en la generosa disposición para el agasajo que tenía la gente. Todavía el oro de un 'canario' estaba respaldado por el de las minas, y si uno cometía la 'restacuerada' de sacar un billete de cien corría el riesgo de ser aplastado por la multitud. A Marrupe no le faltaban novillos gordos y voluntad para un aparte si se ofrecía carnear para hacer una güatia, y remendar los estómagos sin fondo de la poesía o la música, mientras, sábado a sábado, los amigos le ayudaran a sobrellevar el tedio de la vida y la angustia de los atardeceres en el campo, ese crimen horizontal del día."
"Somos nuestro antepasado. Los antiguos, que no tomaban tan superficialmente ningún hecho por simple que pareciera, veían en el crepúsculo la partida del sol con la pavorosa sospecha de que pudiese no volver más. Los días con su fugacidad tentaban el corazón a ver en ellos una representación, un aviso de los dioses, queriéndonos alertar contra la ilusión ingenua de eternidad con que suele embriagarnos la luz del pleno día. Tal vez nosotros, en nuestras cacharpayas, estamos repitiendo inconscientemente un acto religioso, viejo como nuestra sangre. Cuando encendemos el fuego del fogón criollo, estamos encendiendo el mismo fuego en que se calentaron las manos los artífices del sílice y el hueso, o ante el que bailaron para encantar al sol los sacerdotes del incario. En una de esas cacharpayas, de esas despedidas tradicionales, nació la música de esta zamba. Sin saberlo, con ella Poncho Marrupe, Eduardo y Arturo se despedían de la edad de oro de la sangre, cuando el canto es un hacer comunitario en el que sin prevenciones inhibitorias, se unen los hombres a través de siglos de intemperie y olvido."
"Yo no había concurrido aquella vez a la fiesta. Era un ser hosco, melancólico y hasta molesto por mi afán de llevarlo todo a la prueba del absoluto. Eduardo y Arturo llegaron amanecidos a mi habitación, me zamarrearon, me sacaron el colchón a tirones -yo seguía durmiendo-, ya de marido de mi colchón. Al fin me despertaron y cuando me 'salamerió' Arturo (ese gran corazón) como para que le disculpara la violencia del método, nos fuimos al fondo de la casa, al cuarto de planchar, ése que siempre huele a trapo quemado, y ahí, sobre un papel de estraza en que Hernán, mi hermano menor, había traído envueltas unas rodajas de mortadela y pan, borroneé los primeros versos de la letra de aquella canción en que también nosotros nos construíamos con los ojos mojados de llanto y cantando hasta que guitarras, voces, brindis, apretones de manos, abrazos y besos..., la embriaguez ancestral de la fraternidad, demolieran los tímpanos, el silencio, los muros del cuartucho."
"La canción corrió hacia el pueblo cargada con la fuerza de lo que en ella apenas pudimos balbucir. Anduvo en boliches, peñas, despedidas y churrasqueadas visitando la reunión humana, en busca de bocas que le digan como una fórmula mágica para crear comunicación. Yo estaba en los Valles Calchaquíes, trabajando con mi amigo Juan José Coll una finquita en que pensábamos poner viñas. Un día me llega una carta de Falú: me pide que registre la canción, que le corrija la segunda estrofa porque en ella lo nombro a Marrupe y éste dice que 'le estamos haciendo fama de fiestero' en todo el país. Ante mi silencio, Eduardo Falú, que quiere grabarla, le cambia la segunda copla y le pone:
La acunaron esos ríos...
que murmuran al pasar,
y el viento de los inviernos
le dio la tristeza que la hace llorar.
Disculpen, lectores amigos, sólo estoy haciendo crónica, cosas que pasaron digo, sin pretensión de hacer literatura y con la cordial intención de crearles un clima para oírlo a Eduardo decir la Zamba de La Candelaria".
(Jaime Dávalos, Cancionero, 1980.)
Nota: Si bien Jaime Dávalos no recita la copla original en la que nombra a Marrupe, existe una grabación de Los Chalchaleros en la que cantan la letra original. Resulta evidente que Jaime Dávalos no quiso cambiar la copla original, sin embargo el hecho de que en todos los cancioneros figure la versión con la copla cambiada hace pensar que finalmente se registró de esta manera, y probablemente lo hizo Falú como co-autor. También debe tenerse en cuenta que Los Chalchaleros eran asiduos concurrentes a esas reuniones y probablemente allí aprendieron la letra original, de modo que al grabarla la cantaron como la sabían. Además era usual que las letras se aprendieran "de oído", y es conocido el cambio hecho por Los Chalchaleros a la zamba Angélica ("tu pelo" en vez de "tu velo"), que habían copiado de una versión de Los Quilla Huasi, o en A qué volver, tomada de una versión de Falú, donde cambian "para que duela tu ausencia" por "para que muera tu ausencia". Entonces para quienes no hayan escuchado la versión original de la Zamba de La Candelaria, aquí va la segunda copla.
En lo de Poncho Marrupe...
déle tomar y obligar,
se nos va alegrando el vino
cantando esta zamba, La Candelaria.